domingo, 13 de abril de 2014

Esto no es una crónica

Ceci n'est pas une pipe fue lo que el pintor surrealista Magritte pintó en uno de sus cuadros para decir que eso - una pipa- no era una pipa, sino su representación. Un alarde de intelectualidad sobre el que se podría escribir un libro. Parafraseándolo, voy a decir que esto que viene ahora no es una crónica de la Santa Cruz Extreme, sino su representación.  





Llueve, aunque no demasiado. Hace tiempo que empezaste a sudar y no notas el frío. Los primeros kilómetros han pasado, ya no te crees invencible. Las cuestas empiezan a hacer mella en ti, no levantas la cabeza cuando ves a un amigo. Ya no es tu amigo, son unas piernas que se mueven delante de ti, no ves más allá. Ya no es tu amigo, solo es otro corredor que va más rápido que tú. Te preguntas por el motivo de tu existencia. De repente todo cambia. El terreno te da una tregua, esperas a que la respiración se tranquilice, bebes, te recompones, y empiezas a correr de verdad. 

Avanzas rápido, has dejado de pasarlo mal. Ahora eres tú quien jadea detrás, eres esa sombra que no se aleja y que amenaza con sobrepasarte en cada giro. Pero también eres quien pide paso y da ánimos al adelantar. La lluvia que te empapa te motiva, no es una preocupación sino un aliciente para seguir avanzando. Se te escapa una sonrisa cuando la gente te aplaude. El ritmo acelerado del corazón hace que no puedas pronunciar palabra, sin embargo, das las gracias. El público logra que no pares.

Hace tiempo que abandonaste la línea de salida, huiste de ella.  El cuerpo se resiente y te pide a gritos energía para seguir funcionando. Te echas la mano al bolsillo por inercia, pese a que sabes que no tienes nada. Necesitas azúcar. "¡Azúcar!", reclama tu cerebro. Dejas de pensar, se te olvida correr, solo quieres llegar al próximo avituallamiento, como sea. No haces caso a tu cabeza, te concentras en la música y en dar un paso tras otro. Es una buena táctica, ya casi has llegado, o eso te han dicho. Por fin llegas al avituallamiento. Hay agua, bebida isotónica, frutas, barritas.... un manjar. En cambio, eres el único que se detiene con calma. El resto ni lo mira o mal come alguna cosa, ¿es que no saben que todo eso está ahí para ellos o eres tú que estás loco?

No sabes cuántas montañas has subido inútilmente para luego bajarlas. Lo curioso es que sí sabes que te queda una, que ves a lo lejos, aunque cada vez te acercas más. "¿Esto se escala?", te preguntas. Haces las paces y hablas con tus amigos, te hacen más amena la subida. Es divertido hablar en medio de la carrera, es un respiro. Llegas arriba, te aplaudes a ti mismo y comienzas el descenso. Bajas como puedes, andando, a trompicones, y a veces hasta con agilidad. La bajada acaba, no queda nada para llegar a la meta, el camino es llano y fácil. Cualquier otro día correrías más rápido, pero hoy no. Sin embargo, algo pasa en tu mente. Pones tu canción preferida, aceleras, y juras que no pararás hasta el final. Lo consigues. Eres inmensamente feliz, ahora todo tiene sentido. Has acabado la carrera. 

domingo, 6 de abril de 2014

Deberes del corredor

Ya se sabe, correr no requiere demasiado. Ropa cómoda, calzado deportivo y un bonito lugar. No hace falta más para ser corredor. Durante un tiempo. Luego empezarás a escuchar hablar de las series, los intervalos, el trabajo de fuerza, la propio, el tapering, la ropa de comprensión, las barritas energéticas... Un sinfín de palabras que ampliarán tu léxico, pero que añadirán un poco más de estrés a tu vida. Si eres corredor principiante, para, quédate ahí. Entrarás en un peligroso callejón sin salida. 

Si finalmente sigues corriendo, uno de los vocablos que conocerás tarde o temprano es el de la propiocepción. En esencia, es la capacidad del cuerpo humano para detectar su posición. Es un proceso nervioso que se produce de forma automática. Que sirva de ejemplo, la propiocepción se activa cuando pisamos mal una piedra y reaccionamos impulsivamente corrigiendo la posición del pie. Es crucial en el día a día, y si eres deportista, trabajarla es un deber que tienes que cumplir. 

Hasta que empecé a realizar ejercicios propioceptivos y de fortalecimiento era habitual que me torciese el tobillo en el monte. Es algo común, pero por suerte fácil de solucionar. Si queremos disfrutar y seguir dando zancadas por ahí, tenemos que cuidar "la maquinaria". Hay muchas maneras de hacerlo, en Internet puedes encontrar muchos ejercicios, y seguro que tu fisioterapeuta, u otro especialista, puede indicarte los que mejor te convengan. Yo suelo hacer este entrenamiento tres o cuatro veces por semana. No requiere mucho tiempo, y funciona si quieres evitar lesiones.




Más información aquí.