Me anticipo y pido perdón por la sarta de improperios y quejas que voy a soltar en esta publicación. Lector, no las tenga en cuenta, son fruto del enfado y del amor por este deporte.
Hoy me tocaba subir al monte, no tenía ganas y dejé que las sábanas me atraparan, aunque al borde de las diez de la mañana me puse en movimiento. Como acostumbro, salí de Los Realejos para subir por El Asomadero. La jornada discurría con una monótona normalidad, hasta que llegué al mirador, a la "cima" de esta eterna subida y ahí me encendí. En esa zona hay una mesita, con unas vistas preciosas y en la que los corredores, y senderistas claro está, nos tomamos un descanso y dejamos volar nuestro ego con alguna foto. Hoy, en esa misma mesa, y en medio del monte, había un gel de glucosa trabado entre los tablones. Vale, acepto esa excusa mentirosa de que el gel se puede caer del bolsillo, pero que tú, corredor de "montaña" (no mereces llamarte así), dejes tu basura adrede en el monte, me da vergüenza y mucho asco.