viernes, 6 de junio de 2014

Volver a intentarlo

Correr ha dejado de tener límites. Los 42 kilómetros de Filípides ya no son suficientes. La distancia a recorrer se ha hecho más grande y la osada búsqueda de emociones del ser humando ha llevado a los atletas a la montaña. 



El ultramaratón se ha convertido en el lugar idóneo para los que tienen ansia de retos, pero completar uno con éxito requiere meses de preparación y un sentido del sacrificio que roza lo extraordinario. No solo importa el componente físico, la mente ha de ser capaz de empujar al cuerpo más allá de su propio límite. Pero a pesar de lo que priori pueda parecer, son muchos los que encuentran la felicidad en este tipo de pruebas.

La media de edad en las carreras de larga distancia ronda los 40 años. Con el paso del tiempo se pierde velocidad, pero se gana resistencia y se adquiere mayor autocontrol. Sin embargo, entre esta madurez que predomina, encontramos a un extraño como Jaime Luis, que con 19 años se marcó como objetivo acabar la Transvulcania, un evento que recorre la isla de La Palma con un sube y baja de 73 kilómetros. No le importa ser el más joven del grupo, asegura que le sirve de motivación extra: “con el paso del tiempo he aprendido a convertir la opinión de los que no me creyeron capaz en un motivo para continuar”.

En esa edición, la del 2012, su máxima aspiración se vio truncada a falta de muy poco para llegar a la meta. No tenía demasiada experiencia y un inoportuno vahído, o “pájara”, en el argot de los corremontes, le hicieron abandonar cuando le quedaban cerca de 10.000 metros. “En un primer momento fue muy duro, había puesto mucho esfuerzo para intentar acabar”.

Afán de superación 

Un año más tarde, se presentó en el faro de Fuencaliente, lugar de salida de Transvulcania, con la única premisa de acabar lo que había dejado incompleto. Aprendió de sus errores, se planificó el entrenamiento y pensó en el recorrido. En resumen, ganó experiencia a base de sacrificio, tiempo y disciplina. Pero también se divirtió. Jaime entrena como todos, pero disfruta al máximo. Con un saco de ilusión dejó atrás el faro para llegar a la meta. Las cosas fueron bien y logró acabar la carrera. Se venció a sí mismo y se convirtió en su propio referente. “No empecé a darme cuenta de lo que había hecho hasta el día siguiente, fue increíble. Tuve momentos malos, pero pude superarlos. Después de todo el esfuerzo esprinté cuando vi la meta”.

Este esperado final solo fue el comienzo. Desde entonces ha hecho dos ultramaratones más, ha repetido en Transvulcania, y se ha probado en el maratón de montaña y en carreras más cortas. Se ha acostumbrado a correr largo, y cada año se fija nuevos objetivos.



El acondicionamiento previo exige varias horas a la semana, y no siempre hay tiempo, pero Jaime apura los domingos –la jornada que no corre– para ponerse al día con sus estudios de Enfermería. El sábado deja de sentirse presionado por el reloj y se pasa la mañana en la montaña. Alguna de sus salidas más larga llegó a superar las 5 horas. “Mucha gente se obsesiona con los entrenamientos entre semana, pero yo le doy más importancia a la salida del fin de semana”. Se prepara solo. No le gusta, pero tiene que adaptarse. Comenta, no sin cierta resignación, que cuando empieza a aburrirse o las piernas le pesan por el esfuerzo, se pone música, y, sin pensarlo demasiado, sigue adelante.

Hay una pregunta inevitable, ¿por qué lo hace? La respuesta no es muy distinta de la que podría dar otro trailrunner. “Me gusta la batalla entre mente y cuerpo que solo aparece en este tipo de carreras. Cuando acabas, te sientes la mejor versión de ti mismo, piensas que esa sensación de euforia te va a durar toda la vida”. Es una emoción adictiva, que engancha, y que provoca que los corredores busquen metas más difíciles de alcanzar continuamente.

El espacio limitado de la enrevesada y pusilánime ciudad no es suficiente para muchos. Hay quienes salen de ella, buscan más allá e intentan batirse en duelo consigo mismos en plena naturaleza. El sufrimiento y la emoción se dan a partes iguales en el ultramaratón, un evento que para los ajenos a este mundo puede parecer una locura. Jaime Luis desafía este pensamiento, y además, es el claro ejemplo de que el éxito se encuentra en no dejarse vencer y en volver a intentarlo.

Corre con Jaime



No solemos dar demasiado las gracias, pero yo intento lo contrario, hacerlo mucho y a menudo, aunque a veces se me olvida. Esta entrada es un reportaje que tuve que hacer para una asignatura de Periodismo, decidí hacerlo sobre algo que me motivara. Hay cosas que mejorar y mucho que aprender, pero estoy contento con el resultado. Espero que hayan disfrutado tanto leyéndolo como yo haciéndolo. No duden en comentar, se aceptan críticas y alabanzas. 

Como decía antes, quería hacerlo sobre mi mejor amigo, Jaime, con quien empecé a correr y a quien le doy las gracias por haberme ayudado, y no solo con este trabajo. A Natalia también le doy las gracias. Es mi ayuda constante y todo me costaría un poco más sin ella. Gracias a la genial voz del locutor. Y a mi madre, gracias. 


2 comentarios:

  1. Que bien escribes, y se nota que disfrutas haciéndolo de Trailrunning. Escribe más a menudo, que es una gozada leerte.

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  2. Gracias Ángel. No me digas eso, que me lo acabo creyendo. Pero sí, disfruté mucho haciendo el reportaje, fueron varias horas haciendo algo que me gusta y con gente que quiero muchísimo.
    Sí, voy a intentar escribir más a menudo. Estas últimas semanas he estado liado con las clases. Por cierto, viendo tu calendario de carreras todo apunta a que nos veremos en Diente de Sierra, espero verte, aunque sea de lejos. Un abrazo grande.

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